
POR LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE
Fue un invierno de 1979. Ya cursaba mi cuarto año de educación secundaria en el liceo de la ciudad de Valdivia, sur de Chile. En una de mis clases, la profesora de castellano sorprendió al curso y llegó al aula con un tocadiscos. Lo prendió y puso en movimiento un disco sencillo (single) desde el cual arrancaba una voz singular, con un acento difícil de reconocer. Para quienes estábamos en el aula aquella mañana invernal en el frío y húmedo edificio del liceo fiscal, el acento centroamericano proveniente del vinilo nos resultaba poco familiar; sin embargo, resonaba poderosamente en nuestros oídos.
Era la voz de Ernesto Cardenal recitando “Oración por Marilyn Monroe.” Nuestra profesora había decidido hacernos escuchar aquel disco sencillo con el poema, rescatándolo de algún lugar de su hogar, donde probablemente lo había guardado y mantenido oculto junto a la edición de Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, libro publicado en Santiago en 1971.1 Los inicios de la década del setenta eran tiempos agitados y estimulantes en Chile; años del gobierno socialista de Salvador Allende y la Unidad Popular, electo democráticamente —un período político abruptamente interrumpido por el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973—. Ahora, en una mañana invernal de 1979, escuchábamos la voz de Ernesto Cardenal en un escenario radicalmente diferente, en un contexto de censura y coerción institucional dentro del sistema escolar chileno. Estos eran tiempos difíciles en todo el país —ya sin Allende, sin Neruda, sin Víctor Jara, sin los cientos y cientos de personas desaparecidas o en el exilio—. Era un país bajo el dominio del régimen autoritario y represivo del general Augusto Pinochet y sus políticas neoliberales extremas. De vuelta a la escena de mi escuela secundaria, recuerdo que el rector de ésta era un ex miembro de la Fuerza Aérea de Chile, ciertamente designado en el cargo por el gobierno militar. Esto era algo común en la época, no solamente para el caso de los colegios fiscales sino en las universidades públicas, sometidas en ese entonces al régimen de “rectores delegados,” frecuentemente generales o coroneles en retiro.

Hacia 1979, como bien se ha documentado, Chile había experimentado el período represivo más duro de la dictadura pinochetista. Nuestra profesora, a pesar de ello, había decidido desafiar las circunstancias reinantes al tocar en la sala de clases un poema marcado por un fuerte sentimiento anticapitalista, y de Ernesto Cardenal, un poeta asociado a un proceso histórico de lucha antidictatorial, popular y revolucionaria. Así, gracias al coraje de mi profesora, la voz de Ernesto Cardenal rompía con la rutina de estudiar en ese período un rango limitado de textos literarios, generalmente acotados a temáticas intimistas, políticamente inofensivas. En medio de tiempos de censura y coerción, fueron los versos de Cardenal los que despertaron en mí el revelador vínculo entre poesía y problemáticas sociales, literatura e historia colectiva.
Escuchar “Oración por Marilyn Monroe” de Ernesto Cardenal me dio la idea de que, en esos años de asfixia política, sería en la poesía y la literatura donde encontraría los ecos y trazos de la historia, más que en los conservadores manuales que se nos asignaba leer de acuerdo al curriculum escolar oficial. Es así que, un año más tarde, me hallaba escudriñando en los catálogos de la biblioteca la Universidad Austral de Chile, en la misma ciudad de Valdivia, en calidad de estudiante de primer año de pregrado. Una de mis primeras búsquedas fue “Ernesto Cardenal,” lo cual me llevó a una edición de 1972 de su libro Epigramas, publicado en Buenos Aires, y a una edición de sus Salmos, también publicado en Argentina.2 Estos libros de poesía, en sus sentimientos antisomocistas, ayudaron también a enriquecer mi sensibilidad política antipinochetista, un rumbo que me llevaría a involucrarme en el activismo político clandestino de la oposición democrática y, más específicamente, a unirme a la Juventud Socialista a inicios de los ochenta.

Solicitar y sacar de la biblioteca libros de Ernesto Cardenal era en sí mismo una aventura de sentimientos encontrados, desde el temor inicial al goce de tenerlos en mis manos. Se trataba de libros escasamente consultados y descansando así por años en los anaqueles, probablemente como el disco sencillo que mi profesora había traído a la clase en el invierno de 1979. Eran libros que por años estuvieron allí quietos e inadvertidos para los censores. Ciertamente, la biblioteca de la Universidad Austral no funcionaba a la manera en que ahora acostumbro a experimentarlo en la biblioteca universitaria americana, donde uno puede directamente acceder a los estantes de libros. Allí, y de lo que recuerdo de ese entonces, el visitante dependía de la mediación del bibliotecario o la bibliotecaria, quien debía revisar una tarjeta con la petición y luego ir a buscar el libro o material requerido por uno. Algunas veces, chequear un libro de un poeta como Ernesto Cardenal pasaba inadvertido; en otras ocasiones, un funcionario o funcionaria con mayor conocimiento literario sabía lo que entregaba al visitante. Sacar los Epigramas y los Salmos de Cardenal me dejó con el pálpito de que la bibliotecaria que me atendió sabía lo que me entregaba, con un dejo de complicidad en mi búsqueda poética y política. Esta era la experiencia de leer a Cardenal y la vida de la biblioteca universitaria en tiempos de dictadura en Chile. Fue en esas circunstancias que la poesía de Cardenal adquirió dimensiones mayores para mí, como una lectura en un doble sentido: de valor estético y a la vez cívico.
Con estas remembranzas, quisiera poner la literatura y la labor intelectual del poeta Ernesto Cardenal en su contexto de recepción y resonancia en el Chile y la Sudamérica de fines de los setenta y principios de los ochenta. En este período, los textos poéticos de Cardenal circulaban en escenarios similares a aquellos de los años de Somoza en Nicaragua, especialmente en los países de la región sometidos a regímenes militares, como Argentina, Chile o Uruguay o Bolivia. Leer a Cardenal nos ofrecía un lenguaje literario que nos hablaba de experiencias comunes: de dictaduras, de estados de sitio, de violencia política, de censura, de repentinos balazos nocturnos, de miedos y silencios; pero también de resistencias clandestinas, de horizontes emancipadores, de la permanencia de culturas indígenas en el continente, y también nos conectaba poéticamente con ámbitos espirituales y naturales más amplios del universo.

Desde el punto de vista literario, la poesía de Cardenal nos llegó en un momento en que nos hallábamos entre el paradigma nerudiano y la antipoesía de Parra; entre una lírica de grandilocuente retórica y el a ratos radical escepticismo del discurso antipoético. Ante ello, Cardenal ofrecería a las generaciones surgidas en los setenta y ochenta, en medio de los citados dilemas de discurso y sentido, una poesía mucho más basada en el lenguaje de la historia, con anclajes documentales e impulsos éticos. La llamativa estética literaria del “exteriorismo” acuñada por Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho nos invitaba a implicar el acontecer de la historia en el terreno mismo del lenguaje poético. Como bien lo explica el mismo Cardenal:
El exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura.3
Con esta estética del lenguaje, plasmada en segmentos importantes de su poesía, Cardenal nos ayudaría a escribir con el “mundo exterior” de quienes crecíamos en esas décadas, en medio de la popularización de la televisión en América Latina, el auge de la sociedad de consumo, las nuevas oleadas de expansión urbana, junto con la memoria viva de golpes militares, violencia política y el establecimiento de políticas económicas de libre mercado que agravarían las disparidades sociales en muchos países de la región. Tiempos difíciles. La poesía nos ayudó.
Pero aún más. En su amalgama de narrativas históricas, estilo denotativo y lírica, la poesía de Cardenal resituaría el lugar del yo y el registro subjetivo en la escritura, porque sus textos también hablaban de amor, de emociones íntimas y valores espirituales, junto con búsquedas religiosas y referencias científicas, acontecimientos locales y mutaciones cósmicas, políticas y cosmopolíticas. Asimismo, su poesía nos invitaría a dejar de lado nuestros propios hábitos estereotípicos de lectura. En tiempos de apremiantes realidades políticas, mientras otros nos urgían a leer solamente obras literarias atadas al “realismo socialista,” sus variadas publicaciones nos encaminaron por lecturas que atravesaban diferentes surcos ideológicos y estéticos, lenguas, culturas y temporalidades. A través de su propia poesía, sus trabajos de traducción y las diferentes antologías que había co-editado, Cardenal nos llevó a leer a Ezra Pound y William Carlos Williams, poesía Nativo Americana, o clásicos latinos como Marcial y Catulo. De algún modo, Cardenal contribuyó a darle resonancia a una nueva heterodoxia estética e ideológica; en otras palabras, una visión de la literatura y la producción cultural radicalmente democrática que nos exponía a lecturas a través de cruces Norte/Sur, Occidental–no Occidental, desde diversos lenguajes e incluso desde las tradiciones literarias de imperios clásicos y modernos.
Es en estos términos que deseo situar la literatura de Cardenal, como un arte poético y literario que emergió de una Nicaragua inmersa en tiempos críticos —una condición que por lo mismo logró resonar en otros contextos, en los tiempos difíciles de mi propia generación en las realidades sudamericanas de fines de los setenta y los ochenta—. Allí, su voz y su prolífico registro creativo resonaron, subjetiva y colectivamente, como un “cántico” emancipador y, a la vez, un documento que nos revelaba contracorrientes de la historia.

Hoy, también, aquí y ahora, es un extraordinario regalo que los archivos de la producción poética e intelectual de Ernesto Cardenal arriben a la Benson Latin American Collection, en la Universidad de Texas en Austin. Y pareciera que una vez más, de nuevo, los escritos de Cardenal y la voz ética, política, espiritual, poética y humana que resuena en ellos nos acompañarán también en estas latitudes del planeta, y en estos otros tiempos difíciles que se ciernen sobre nosotrxs.
Este ensayo—originalmente escrito en inglés—fue leído por el autor el 15 de noviembre de 2016, en un evento destinado a celebrar el arribo y apertura de los “Ernesto Cardenal Papers” en la Nettie Lee Benson Latin American Collection en la Universidad de Texas en Austin. Ha sido traducido al castellano por el propio autor.
Luis Cárcamo-Huechante es profesor asociado y director del Programa en Estudios Nativo Americanos e Indígenas (NAIS) en la Universidad de Texas en Austin, EE.UU. Además, es miembro fundador del colectivo de investigadores Comunidad de Historia Mapuche, siendo uno de los autores del libro Ta iñ fijke xipa rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país Mapuche (Ediciones Comunidad de Historia Mapuche, 2012) y coeditor de Awükan ka kuxankan zugu Wajmapu mew. Violencias coloniales en Wajmapu (Temuco: Ediciones Comunidad de Historia Mapuche, 2015). Durante su primera etapa de investigación y crítica, publicó su libro Tramas del mercado: Imaginación económica, cultura pública y literatura en el Chile de fines del siglo veinte (Editorial Cuarto Propio, 2007); y, ese mismo año, coeditó en Argentina, en colaboración con Álvaro Fernández Bravo y Alejandra Laera, el libro de ensayos El valor de la cultura: Arte, literatura y mercado en América Latina (Beatriz Viterbo Editora). En su investigación actual, se enfoca en el estudio de las relaciones entre territorio, sonido y representación en la producción mapuche contemporánea en cuanto respuesta y resistencia al colonialismo.
Notas
Portal agradece el trabajo de Dylan Joy, archivista de la Colección Benson, por su ayuda en la preparación de imágenes para este artículo y para la publicidad alrededor de la visita a la Universidad de Texas de Ernesto Cardenal.
1. Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (Santiago: Editorial Universitaria, 1971). Esta edición incluía un disco sencillo, con Cardenal recitando el poema. La primera edición de este conjunto poético fue publicada por ediciones La Tertulia en Medellín, Colombia, en 1965. Escuchar “Oración por Marilyn Monroe” de Cardenal en aquel invierno del sur de Chile coincidía con el triunfo de la Revolución Sandinista y el fin de la dictadura somocista en julio de 1979, acaso el motivo no dicho que también tuvo mi profesora para compartir el registro sonoro del poema.
2. Las ediciones disponibles en ese entonces en el catálogo de la biblioteca de la Universidad Austral de Chile eran: Epigramas (Buenos Aires: Carlos Lohlé, 1972) y Salmos (Buenos Aires: Carlos Lohlé, 1969).
3. Citado por Jaime Quezada en su “Prólogo” de la Antología de Ernesto Cardenal (Santiago, Chile: Editorial Universitaria, 1994); más específicamente, ver Quezada 19–20.