by Poli Químbol
Tengo que tomar lo bueno con lo malo
sonríe con lo triste, ama lo que tienes
y recuerda lo que tuviste metiendo con los que
te ayudaron en los momentos en que estaba en bancarrota
y no tenía ni un centavo
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A veces, cuando reflexiono en los eventos diversos de mi vida, siento que son una serie de momentos de encerramiento que van desde lo más breve y superficial, hasta lo más opresivo e institucional. Estar encerrado te puede dar una sensación de seguridad, de protección y privacidad. También te puede asfixiar, aplastar y hasta borrarte de tu comunidad. Sin embargo, el momento de encerramiento más total de mi vida es parte del camino que me ha traído a donde me encuentro hoy, contra todo pronóstico, y por eso no lo puedo lamentar ni olvidar. Así que, revisaré dos partes específicas de esta experiencia: la jornada mental de procesar queme iba a la prisión, y la jornada física de estar procesado por el sistema penitenciario estadounidense.
Yo estaba viviendo en Medellín, Colombia, estudiando diseño gráfico e intentando establecerme en el negocio de la familia, pintando cuadros para poner en los apartamentos de adultos de la tercera edad que estábamos construyendo. En Medellín, no tenía de qué preocuparme y las autoridades no me buscaban, pero en Estados Unidos, todo lo contrario. Me tenían en BOLO, be on the lookout, y sabía que cuando algún día regresara, todo cambiaría. Había abandonado mi responsabilidad de libertad condicional en Texas y al regresar, me tocaría enfrentar la consecuencia de esa decisión. ¿Cuándo la enfrentaría? No lo sabía, pero sería mucho más pronto de lo que esperaba. Un día, me informaron que el negocio de la familia estaba experimentando dificultades y que ya me habían conseguido un boleto de regreso a Texas. Había llegado el momento. No había otra opción. Sentía como si dieciséis toneladas[1] hubieran caído encima de mí. Sabía que la única manera de superar lo que enfrentaba sería aceptarlo. Es decir, decidí que si me ofrecieran libertad condicional otra vez, lo iba a negar y elegir servir mi pena y terminar con toda esta pesadilla de una. Sabiendo esto, empecé a procesar.
¿Qué será?[2] ¿Cómo pasarían los siguientes días? ¿Me pararían en el aeropuerto? ¿Cuál aeropuerto? ¿Miami? ¿Llegaría a Austin? Ya estuve en el avión, preparando para despegarme de Colombia y entregarme a Estados Unidos. Era mi cumpleaños. Imagina eso. El mundo tiene un sentido del humor muy único, ¿no? No estaba celebrando otro año, sino cerrando un capítulo y empezando otro mucho más difícil. La misma historia triste y sin final.[3] Llegué a Miami, y en todos momentos sentía que algún guardia, oficial de la aduana o policía me iba a apuntar y decir, “¡Ahí está! ¡Deténgalo!” Pero no pasó nada. Nadie me miraba y yo no era nadie. Me sentí muy solo. Ahora, a Austin. Seguramente en Texas me identificarán. Aterrizamos en Austin y me preparé. Me desembarqué del avión y caminé hacía el área de equipaje. Mientras esperaba que llegara la maleta, continué con la anticipación de estar arrestado por sorpresa, pero nada. No pasó nada. Un poco aliviado por la primera vez en días, empecé el recorrido a casa. ¿Y ahora? ¿Cómo se entrega uno a las autoridades?
Trabajé por un rato para ahorrar dinero porque sabía que hasta en la cárcel también hay un costo de la vida. Cuando tenía lo suficiente, dejé de trabajar y me preparé para entregarme. Empaqué 8 camisetas blancas, 8 pares de bóxers y calcetines blancos, una barra de jabón Dial, pasta de dientes Crest… todo los productos que yo ya sabía que usaron en las cárceles y prisiones de Texas. Cuando los guardias me vieran con estas cosas regulares, tal vez no pensarían nada al respecto y no me las quitaran. Llegó el día. La familia y yo salimos a comer juntos, una despedida final, y luego me llevaron directamente a la cárcel del condado. Abrazos. Lágrimas. Madre, perdóname. ¡Esto no se lo merece usted![4] Entré al edificio.
Los guardianes adentro se sorprendieron cuando simplemente expliqué que estaba allí para entregarme. Me identificaron y empezaron a procesarme. Datos personales, revisión física, órdenes, y más que todo, la espera. Estar procesado completamente es un ejercicio de paciencia. Esperar tu turno. Esperar que llamen tu nombre. Esperar que te den información. I’m waitin’ and I’m ready,[5] pero el sistema de justicia no tiene prisa. Pasaron meses antes de que tuviera la oportunidad de aparecer en la corte. Me ofrecieron un periodo de libertad condicional y lo negué. Vivir bajo la sombra de esa opción es vivir encadenado. Sin decirme nada, me devolvieron a la cárcel. Otra vez esperando sin saber ni un detalle. Días. Semanas. Meses. Regresé a la corte y me ofrecieron la libertad condicional… otra vez. No entendían por qué no lo quería y me pareció que ni sabían qué hacer conmigo. Repetimos esta ronda de ofrecer, negar, regresar una y otra vez. Quemando tiempo. Comiendo techo.
Luego, un día entendieron y me dieron mi pena. Dura. Un precio muy alto para el pobre que hay en mí.[6] Y todavía, tuve que esperar para ser transportado desde la cárcel hasta la prisión, como una caja de carga. Además, cuando por fin me recogieron, no fue un viaje directo. Al estar procesado, pasé por etapas. Hays County Jail al Travis State Jail, espera… Luego, al TDCJ Holliday Transfer Facility en Huntsville, espera… Y de ahí, al Newton County Correctional Center, cerca de la frontera entre Texas y Louisiana. Había llegado. Procéceme una vez más y envíeme a mi celda de castigo[7] a esperar la parte más larga. Días. Semanas. Meses. Años… Sobreviviendo en una realidad de la cual yo no podía ni escapar.[8] Pero no duró para siempre.
Entonces, llegó el momento de mi liberación. Me había procesado y ahora, yo empezaría un nuevo proceso. No iba a esperar ni un momento más. Regresé a Austin. Quería olvidar el tiempo perdido y seguir adelante. Como parte de la libertad condicional y para mantener la libertad, la primera cosa que uno tiene que hacer es obtener un trabajo y mantenerlo. Me mandaron a buscar un trabajo, pero un trabajo para mí no existía. Busqué en todos lados, y las entrevistas me salían bien, pero nunca superaba los controles de antecedentes. Nadie quiere contratar a un convicto. Luego, un amigo de la familia me contó sobre un programa que ayudaba a personas a regresar a estudiar y fue como un golpe de la claridad. Regresaría a estudiar, y lo haría de la manera en que debería haberlo hecho antes. Había escapado ese mandado de entrar a la fuerza laboral que era realmente inalcanzable para un perdedor[9] cicatrizado como convicto. Otra vez, una decisión única cambiaría mi vida y me expulsaría de esa infame puerta giratoria del sistema penitenciario.
Ahora, estoy cumpliendo múltiples títulos universitarios, interactuando con el mundo académico, artístico y cultural, y aprendiendo sobre mi propia identidad. Sin embargo, durante todos estos logros, mis tiempos de encerramiento estaban ocultados y es con esta escritura por fin estoy hablando mi verdad y compartiendo mi historia penitenciaria. Nunca imaginé que me sentiría seguro revelando tanto, y sí sé que estoy agradecido de ser capaz de decir, I went to college and I went to jail[10], y los dos hechos son parte de quien soy yo.
Soundtrack
Las frases vinculadas en mi ensayo son de la letra de las siguientes canciones. Están ordenadas como están escritas en el ensayo.
- Dieciséis toneladas por Los Flamers, Chica Vacilona (2007)
- ¿Qué será? por Willie Colón, Fantasmas (1981)
- Mi libertad por Jerry Rivera y Voltio, Canto a Mi Idolo… Frankie Ruiz (2003)
- Pátio de la cárcel por Omar Montes y Farruko, Quejíos de un Maleante (2022)
- Useless por SPM, The Devil’s Mansion (2019)
- Canción de la prisión por Mirla Castellanos (1975)
- Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?) por Extremoduro (1993)
- El día de mi suerte por Willie Colón y Hector Lavoe, Lo Mato (1973)
- Loser por Beck, Mellow Gold (1993)
- I Went to College / I Went to Jail por ERNEST y Jelly Roll (2024)
[1] Dieciséis toneladas por Los Flamers, Chica Vacilona (2007)
[2] ¿Qué será? por Willie Colón, Fantasmas (1981)
[3] Mi libertad por Jerry Rivera y Voltio, Canto a Mi Idolo… Frankie Ruiz (2003)
[4] Pátio de la cárcel por Omar Montes y Farruko, Quejíos de un Maleante (2022)
[5] Useless por SPM, The Devil’s Mansion (2019)
[6] Canción de la prisión por Mirla Castellanos (1975)
[7] Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?) por Extremoduro (1993)
[8] El día de mi suerte por Willie Colón y Hector Lavoe, Lo Mato (1973)
[9] Loser por Beck, Mellow Gold (1993)
[10] I Went to College / I Went to Jail por ERNEST y Jelly Roll (2024)