Por MORAVIA DE LA O
Margarita1 ha pasado los últimos nueve años buscando a su hijo Mauricio. Tiene un folder con fotos y artículos sobre su caso que me enseña durante nuestra entrevista en junio del 2017. En una de las fotos que me muestra, un joven con lentes y chamarra de invierno voltea a ver la cámara con una gran sonrisa. “Esta es de cuando fue a aprender inglés en Canadá”, me dice Margarita, claramente orgullosa de su hijo. Me enseña varios recortes de periódicos que evidencian su labor de defensa de derechos humanos a nivel nacional e internacional a lo largo de los años. Es meticulosa al documentar su búsqueda por su querido hijo—el folder archiva el dolor de su desaparición.
Entrevisté a Margarita como parte de la investigación que llevé a cabo para mi tesis de maestría en estudios latinoamericanos. Entre junio del 2017 y abril del 2018 entrevisté a diez madres de personas desaparecidas en México sobre sus experiencias después de la desaparición de sus hijas o hijos. Todas de las madres que entrevisté tienen por lo menos una hija o un hijo que fue desaparecido entre el 2004 y el 2014 y están muy involucradas en el activismo sobre el tema de la desaparición. Había conocido a algunas de las madres desde el 2012 por medio de mi trabajo en temas de derechos humanos en México. También invité a madres que conocí en eventos sobre el tema de la desaparición que se realizaron en la Ciudad de México y a través de contactos personales con defensoras, defensores de derechos humanos y periodistas en México.
Llevar a cabo esta investigación fue un proceso desgarrador. Sin embargo, el aprender sobre la resiliencia y la valentía de las madres con las que platiqué me inspiró profundamente. Este artículo explora algunos de los hallazgos preliminares que surgieron de las entrevistas con estas madres. En particular, analizo el impacto de la incertidumbre en sus vidas, y cómo Margarita ha asimilado y afrontado la falta de información en su vida cotidiana además de la ambigüedad sobre la suerte y el paradero de su hijo.
Un hijo desaparecido
Mauricio desapareció mientras manejaba solo en una carretera en Coahuila, un estado en el noreste de México, el 25 de enero del 2009. Margarita ha estado determinada a encontrarlo y a demandar justicia desde su desaparición. Como es el caso con muchas otras familias de personas desaparecidas, Margarita y su esposo asumieron la búsqueda de Mauricio por cuenta propia—viajando a Saltillo, la capital del estado, para reportar la desaparición de su hijo a las autoridades estatales y para demandar una investigación exhaustiva. Después de nueve años, las autoridades no han hecho mucho para investigar la desaparición de Mauricio y no han logrado encontrarlo, a pesar de haber detenido a dos personas por estar involucradas en su desaparición.
Para Margarita, este proceso ha sido difícil emocionalmente y físicamente. Ha padecido de muchos problemas de salud durante estos nueve años, incluyendo una embolia que sufrió durante el primer año de la desaparición de Mauricio. Además, enfrenta el dolor y la tristeza de su desaparición diariamente. Sin embargo, Margarita trabaja sin descansar para demandar acción en el caso y para que los responsables rindan cuentas. En este proceso, se ha vuelto una fuente de apoyo para otras familias de personas desaparecidas, compartiendo sus experiencias de vida con ellos y ayudándoles a navegar los complicados procesos legales y administrativos que están involucrados en la búsqueda de sus seres queridos.
Las madres activistas—madres que están involucradas en el movimiento por los desaparecidos—luchan todo los días por buscar a sus seres queridos y por prevenir que el Estado los desaparezca usando formas legales y administrativas. Madres activistas como Margarita viven con la interminable incertidumbre sobre la suerte de sus hijas e hijos, lo cual es un trauma crónico. A pesar de los retos que enfrentan en su proceso de búsqueda de verdad y justicia, el amor que tienen a sus hijas e hijos, y su inquebrantable compromiso de encontrarles, motiva a las madres activistas con las que platiqué.
Desafortunadamente, el caso de Margarita no es aislado en México. Desde el 2006, y con el apoyo económico de los Estados Unidos, México ha impulsado una guerra militarizada contra el narcotráfico que se ha extendido hasta casi cada rincón del país.2 Según las cifras oficiales, por lo menos 35,000 personas han sido desaparecidas y más de 222,000 personas han sido asesinadas en los últimos doce años, una tasa de violencia mucho más alta que durante la década anterior—y todo mientras el tráfico de drogas continúa sin cesar.
Las dos etapas de la desaparición
El hijo de Margarita fue desaparecido físicamente hace nueve años, cuando tenía 32 años de edad. Margarita continúa luchando cada día por encontrarlo. Sin embargo, la mayoría de sus días los pasa intentando evitar otro tipo de desaparición: la desaparición legal y administrativa de Mauricio a manos del Estado.3 John Gibler, un periodista que escribe sobre la desaparición en México, describe dos etapas interrelacionadas de la desaparición: la etapa material y la etapa legal y administrativa. La etapa material se refiere a la desaparición física de la persona. Durante la etapa legal y administrativa, el Estado “intenta desaparecer la verdad—absolutamente toda la información que se pudiera comprobar” sobre los eventos que se dieron lugar durante la desaparición.4 En esta segunda etapa, todo el aparato administrativo del Estado se pone al servicio de mantener las desapariciones al no investigar el paradero de los desaparecidos. Los ejemplos de la etapa legal y administrativa abarcan toda una gama, desde lo rutinario—como llenar la documentación incorrecta—a lo más serio—como destruir pruebas importantes en el caso. Aunque le afectan las dos etapas, la segunda etapa de la desaparición consume una cantidad desproporcionada del tiempo y la energía de Margarita.
Madres activistas
Históricamente, las madres activistas han liderado los movimientos de justicia por los desaparecidos a lo largo de Latinoamérica. Las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina son un ejemplo destacado; sus pañuelos blancos continúan simbolizando la lucha para encontrar a las víctimas de desaparición a manos del Estado. Otras madres activistas también han visibilizado sus luchas por las víctimas de la violencia de Estado, incluyendo COMADRES en El Salvador y Mães de Maio en Brasil. En México, también hay una importante trayectoria de movimientos por los desaparecidos liderados por madres. Una de las organizaciones más reconocidas es el Comité Eureka, fundado en 1977 por madres de activistas que fueron desaparecidos por el ejército mexicano durante la Guerra Sucia (1964–1982) en el país. Hasta la fecha, el Comité Eureka continúa demandando justicia para las víctimas de las desapariciones forzadas que se llevaron a cabo durante ese período.
En este caso, madres activistas también han liderado extraordinarios esfuerzos de organización política para enfrentar el incremento drástico en el número de desapariciones en México desde el 2006. Como fue el caso durante la Guerra Sucia en México, colectivos de familiares de personas desaparecidas—en su mayoría integrados y dirigidos por madres—han presionado al Estado para tomar acciones para encontrar a las personas desaparecidas a través de protestas públicas, marchas, huelgas de hambre en frente de instancias de gobierno y trabajo de cabildeo en la legislatura. Aunque hay muchas similitudes entre los anteriores grupos liderados por madres y aquellos que han surgido más recientemente, también hay diferencias importantes en las estrategias que utilizan para buscar a sus hijas e hijos desaparecidos. Una de las diferencias principales ha sido que los colectivos más recientes han organizado brigadas de búsqueda para buscar cuerpos de personas desaparecidas. A diferencia de movimientos por los desaparecidos de décadas pasadas en México, algunos de los colectivos que se han formado desde el 2006 organizan búsquedas en varios estados a lo largo del país—generalmente en partes remotas del desierto o en las montañas. Estos esfuerzos han resultado en el descubrimiento de cientos de fosas clandestinas, incluyendo una de las más grandes en el país: Colinas de Santa Fe en la capital de Veracruz, que fue hallada en el 2016. Buscar fosas clandestinas de manera activa implica lidiar con la etapa material de la desaparición, aún cuando el Estado intenta monopolizar el tiempo de las madres activistas con la etapa legal y administrativa.
La pérdida ambigua
La pérdida ambigua es un concepto desarrollado por Pauline Boss, que describe la experiencia psicosocial de las familias de personas desaparecidas. Boss la define como una “pérdida que sigue siendo incierta” ya que el paradero y la suerte de la persona desaparecida son desconocidos.5 La ambigüedad por sí misma es algo traumático que se vuelve un trauma crónico, especialmente porque la desaparición continúa sin resolverse. La experiencia de Margarita—y la de un sin número de otras madres activistas—ilustra cómo la ambigüedad o la incertidumbre muchas veces puede ser una de los aspectos más difíciles de la desaparición.
Margarita describe esto claramente al hablar sobre la experiencia diaria de tener un hijo desaparecido. “Desgraciadamente no se puede encontrar a mi hijo, como no se ha podido encontrar a nadie. Porque el Estado no quiere que se encuentren, no quiere que salgan a la luz todas las gentes desaparecidas porque nos ha impuesto un estado de terror”, dijo ella durante una entrevista en la Ciudad de México. “Porque vivir en la incertidumbre es morir poco a poco. Es morir poco a poco”.
Margarita habló de la angustia que vive diariamente cuando se imagina dónde podría estar su hijo. “Puedo decir que mucho sufrí al estarme atormentando, [preguntándome] que si lo estaban mutilando, que si estaba sufriendo, que si le habían dado un golpe en la cabeza y estaba en un psiquiátrico”, dijo.
Sin tener información sobre el destino y el paradero de su hijo, Margarita buscó la forma de asimilar la desaparición de Mauricio, imaginándose las cosas terribles que le podrían estar pasando—algo que ella describe como un tormento. Sin embargo, la falta de respuestas claras también la han motivado a buscar a Mauricio y a demandar que se investigue su caso. Margarita articula claramente la conexión entre la incertidumbre que vive y la estrategia de terror del Estado. Ella afirma que la desaparición legal-administrativa de su hijo tiene la intención de imponer terror, y que la incertidumbre es un mecanismo importante en esta estrategia. Por lo tanto, la ambigüedad de la desaparición no es solamente un evento traumático a nivel individual, sino que es una forma de violencia de Estado. “Es un sistema de terror al que nos enfrentamos de un Estado sin derecho y que la incertidumbre de vivir así, pues, es para siempre” dijo.
A pesar de vivir con esta incertidumbre y de enfrentarse con este sistema de terror durante los últimos nueve años, Margarita continúa con la búsqueda de Mauricio. Una estrategia que ella ha usado para enfrentar la ambigüedad es “pensar que está muerto, pero que lo tengo que hallar”. No obstante, también continúa teniendo esperanza de encontrarlo con vida—una esperanza que la ha llevado a mantener su cuarto como él lo dejo antes de su desaparición. Esta manera de abordar la desaparición, que Boss describe como “ambivalencia sociológica, causada por una situación social externa”, es parte de la pérdida ambigua, porque la gente intenta asimilar una situación incierta de diferentes maneras—pasando desde el pragmatismo hasta la esperanza.6 Otras madres que entrevisté también insisten que sus hijas e hijos siguen con vida y éstas continúan demandando su regreso a casa. Sin embargo, esta insistencia no impide que las madres activistas busquen a los desaparecidos en fosas clandestinas o en las morgues del país.
Aunque el destino y el paradero de sus hijos es incierto, las madres activistas mexicanas tienen muy clara su motivación principal para continuar la búsqueda. Cuando le pregunté de dónde saca fuerzas para seguir, Margarita respondió, “yo creo es el amor de mi hijo el que nos mueve a mi esposo y a mi”. Para Margarita, así como para un sin número de madres activistas, la búsqueda es un “compromiso de amor” que sólo tendrá fin cuando ella encuentre a Mauricio.
Este artículo fue traducido del inglés por la autora.
Moravia de la O está cursando maestría con doble grado en estudios latinoamericanos y trabajo social en la Universidad de Texas en Austin. Ha trabajado en temas de derechos humanos en México desde el 2010. Este artículo está basado en la investigación que realizó para su tesis de maestría.
Notas
- Los nombres son pseudónimos para proteger las identidades de quienes fueron entrevistadas.
- Para un análisis exhaustivo de la guerra antidrogas en México, ver D. Paley, Capitalismo antidrogas: Una guerra contra el pueblo (México: Sociedad Comunitaria de Estudios Estratégicos y Libertad bajo palabra, 2018).
- J. Gibler, I Couldn’t Even Imagine That They Would Kill Us: An Oral History of the Attacks against the Students of Ayotzinapa (San Francisco: City Lights Books, 2017).
- Ibíd., p. 258.
- P. Boss, “Ambiguous Loss Theory: Challenges for Scholars and Practitioners,” Family Relations 56(2), p. 105.
- P. Boss, “Resilience as Tolerance for Ambiguity,” in Handbook of Family Resilience, ed. D.S. Becvar, pp. 285–297 (New York: Springer, 2013).