Pido la Palabra: A Texas Prison Literature Project for Social Justice and the Literary Imagination 

THE RELATIONSHIP BETWEEN INCARCERATION AND LITERATURE has a long history. From antiquity to modern times, writers who have experienced incarceration have used the written word to create a space of ethical reflection and critical analysis of societal ills. In prison, preserving one’s humanity becomes an ethical rather than an ontological stance; writing, a means to do so. During his incarceration as a political prisoner, Uruguayan author Carlos Liscano wrote: “The most forbidden object in prison was the word. . . . The word takes on a value it did not have in normal life: being able to say something and be listened to and responded to becomes a marvel, the greatest of human marvels” (Truck of Fools [El furgón de los locos], 2001). 

Writing and reading behind bars should not be the exclusive domain of the lettered. In Texas, there are 158,429 incarcerated individuals, according to the National Institute of Corrections. Between 25 and 34 percent of this population has been identified as Hispanic, depending on the data used. Unfortunately, U.S.-based creative writing programs have not been able to address the specific expressive and communication needs of the Spanish-speaking incarcerated population in the United States. 

In an effort to address this gap, the Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies, in partnership with the Nettie Lee Benson Latin American Collection (LLILAS Benson), and joined by the Texas Prison Education Initiative (TPEI), developed Pido la Palabra, a higher-learning Spanish and bilingual creative writing program. Supported by a grant from the Andrew W. Mellon Foundation, the program will be implemented in two Texas prisons.  

Building bridges among communities is a vital aspect of the project. Hence, we are providing training for advanced undergraduate and graduate students at UT so that they may participate in teaching and leading workshops at the correctional facilities. We are also hosting experienced writers from Spanish-speaking countries, with ample expertise in such programs, to deliver workshops at UT and the prisons. 

We launched Pido la Palabra in the spring semester of 2023 with “Writing on the Edge: Literature and Incarceration,” a course for UT students to explore the limits and possibilities of creative writing programs in carceral contexts. Throughout the semester, the students—many of whom are native Spanish speakers—produced poems, letters, chronicles, and other short pieces in which they reflected on their own connection with emotions and ideas related to situations of imprisonment, uprooting, and isolation. The following texts were selected from their writings.  

Adela Pineda Franco
Professor, Writing on the Edge
Director, Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies 

A slightly blurry gray, white, and black image shows the figure of a man in the foreground. He is semi transparent and through him on the right we see another man in the background. On the right, there is mostly bright white. On the left, a gray and shadowy scene shows a man standing near a trash can, a step stool in front of him. The image is a pinhole photograph taken in a prison facility in Argentina by incarcerated people.
Photo by the Taller de Fotografía Estenopeica (Pinhole Photography Workshop), Prison Extension Program, Centro Universitario Devoto. Originally published in Nos params de manos con las palabras. Taller Colectivo de Edición, Prison Extension Program, School of Philosophy, University of Buenos Aires.

Los días azules de esa otra cárcel 

por JEFF OSPINA

Solo hay azul, inclemente, extendido por todos los bordes
Una bóveda insobornable
Prístina y luego aterradora  

No hay nubes extraviadas ni jirones maltrechos
Apenas un vasto y frío brochazo
Y sin embargo calienta . . .  

Abajo hay sordera de cemento
De edificios que resplandecen
De autos civilizados que no usan el claxon  

Pájaros ignotos, bestias raras de picos como monstruos
Y cosas verdes o grises de pieles rugosas
Tendrían que ser árboles, me digo, pero no los conozco  

Porque todo se ha ido o
Si se me pide exactitud
Yo hui de todo  

De los gallinazos entre las nubes
Que descienden a desaparecer
Al Muerto  

De la lluvia sobre techos de arcilla
Que en días de exceso corroe el barro
En que se sostiene el hogar  

De ríos amarillos y rojos
Pálidos de muerte
E inacabables de sexo  

Difuntos arrojados a sus aguas
Descubiertos
Y el río transformándolo todo, alimentándose de sus precarias entrañas

Aquí en cambio el agua
Una postal desesperada
De reflejos azules como el azul que la aplasta  

Y afuera, la matemática de las calles
Y la subversión invisible de los vagabundos
Y la desaparición de mi sombra  

Y el crecimiento de la cólera
Callada, solapada
Como un cáncer geográfico  

Acaso extraño tus gritos?
Tus partos de niños muertos?
La tierra que nos robaste?  

El zumbido del machete?
Y los zumbidos del hambre?
Tu maternidad de cruel congoja?  

El crecimiento de la cólera
Callada, solapada
Como la geografía de un cáncer  

En las montañas de mi espinazo
En los valles cercanos a mi pubis
En las costas de mis uñas sucias  

No extraño tus gritos
Sino los de la otra madre
La ignorante la vieja la ofendida la usurpada  

Cabellos canos y manos delgadas de tantas hambres
De trabajos sin esperanza
De camándulas al infinito 

Sus palabras en el amanecer
Niño, mi niño
Cuando el carbón caliente tendrás el maíz servido  

Sus avemarías en el sueño
Con su cuerpo menudo y frágil
Vuelto sobre sí mismo y devorado de ofensas  

Eso es lo que extraño
En medio de los días azules
De la bóveda azul de esta latitud 

Tan rara tan hostil tan otra
Tan poblada de voces siniestras
De policías inflexibles  

Estoy solo entre los triunfos de la crueldad
Cercado por el exceso
Y ante todo callado  

Silenciado de extremo a extremo
Paralizado en el invierno de cielo azul
Apenas anhelando tu voz  

Las palabras torpes de tu voz de barro
Arrecuéstese niño
Cómase las midajas de las arepas   

Porque aquí no hay infancia
Aquí solo el cielo infinito azul incesante
Y vastos espacios de edificios callados  

Aquí apenas me queda la lengua
Para hablarla conmigo mismo
Con la sombra del mediodía  

Y entonces siento que la pierdo
Las palabras de la mujer con cabello cano
Las pierdo y me desintegro  

No me queda sino el movimiento de mis vísceras
Combustiones de química interna
Degradaciones diarias  

Por eso yo las busco y me las digo
Recostado en la noche tan limpia
Me repito tus palabras incultas  

Frisoles
Güérfano
Quimba  

Que sin embargo guardan el universo
El nuestro, el mío
De madrugadas frías  

Con cielos abarrotados de nubes
Y aguas amarillas
Y casas viejas de barro y guadua   

Yo las busco y me las digo
Porque aquí lejos
De la presencia que rehúyo  

Del filo de los machetes
Del 9 de abril
De la Catedral 

Solo me consuelan ellas
Las palabras torpes e incultas
La lengua de la madre vieja.


Jeff Ospina es periodista y escritor colombiano. Actualmente es estudiante doctoral del Departamento de Español y Portugués de UT Austin en donde hace investigación sobre violencia y literatura. Este año publica su primera novela. (Photo courtesy of the author.)

A man in a red cap, round dark-rimmed glasses, an olive-green keffiyeh scarf, and a dark coat looks at the camera. He has a mustache and small trim beard. Behind him is the imposing building of the New York Public Library with its ornate columns.


La vergüenza 

por MARÍA BEUSTERIEN PEREIRA 

Con la manzana de Eva comenzó la condena. La pareja original reconoció su desnudez, y sintió por primera vez la vergüenza del reflejo en los ojos del otro, y con la vergüenza llegó la prisión del autoconocimiento y las envolturas que cercan el cuerpo. Cuando entendemos lo que vemos en el espejo, el cuerpo deja de ser solo una maquinaria de tendones y huesos que nos lleva de lugar en lugar, y lo escondemos, y nos obsesionamos con las coberturas y lo que pueden significar. El reflejo se torna una cárcel de nuestra percepción, una ventana por la cual se cuela la vergüenza. 

Vergüenza de estar solo, vergüenza de qué hacer con las manos, de lo que se escribe, de cuanto uno ama . . . 

La ciudad está llena de trampas-espejo. En cada escaparate no puedo evitar mirarme, no puedo evitar observar cómo observo. Incluso en la soledad me observo, me rompo en dos seres, uno que mira y otro mirado, que se devoran y se abrazan. Lo que más quiero es un día estar ciega, y a través de la ceguera poder finalmente ver por fuera de los límites de lo reflejado. 

¿Cuántos son que toman, que fuman, que se drogan para intentar matar la prisión de la vergüenza que rige los días y las noches, que elude sentido común y raciocinio, y que insiste, sin importar los años o la experiencia o las admiraciones de ajenos, en colarse en los poros más inalcanzables de nuestras células y fermentar?  

María Beusterien Pereira is a recent graduate from the University of Texas at Austin, where she studied Spanish, Portuguese, and International Relations. A recipient of the Randy Diehl Prize in Liberal Arts, she is pursuing human rights policy advocacy and analysis projects at the Brazilian Institute of Social and Economic Analysis, IBASE.
A blond white woman looks at the camera. Her wavy hair is just past her shoulders. She has blueish eyes, a small gold ring in on nostril, a few necklaces right at her neck, and is wearing a pale sage-green sleeveless top. She is standing next to a building with old windows whose paint is chipping. Behind her, there is a green shrub.
Maria Beusterien Pereira, photo by Cassie Quintel

Reventemos el piso, como las hormigas 

por GABRIEL NORIEGA

Que no nos demos cuenta es una cosa. Pero la reja, la reja invisible, la cuadratura del aire y del piso sigue ahí. No nos damos cuenta, pero el mundo se ha vuelto una baldosa ciega: tetra-edros, hexaedros, octaedros, dodecaedros. Todas las geometrías han sido ya tendidas, como sogas para colgar la ropa, como telas de araña en las que somos las moscas. 

Y así vivimos, con nuestro espíritu de hormiga, laburando por el bien de la colonia —recogiendo las migas que una mano abstracta ha dejado caer— cargando al lomo hojas enormes, por el bien de la cuenta bancaria, del mañana y del pe-i-bé. Laburantes insectos somos, pasito a pasito, triunfando, ganando y aspirando a las vacaciones en pantanos no tan envenados. Escapando solo para volver mañana y despertar una vez más sobre las sábanas viejas, de camas alquiladas, en casas alquiladas por quien sabe quién. 

Y la lengua . . . solo hablamos lo ya hablado, y hasta el más grande poeta apenas reescribe la escritura del mundo, sumando su nudo de letras al Gran Ladrillo de la Cultura (así, con C mayúscula) . . . Proyecto de vida, el camino ya trazado, la respuesta ya sabida . . . Así vamos, repitiendo la repetición, soñando, ilusas hormigas, con el mundo liso y sin rejas, con un campo de margaritas y yucas bajo la tierra. Soñando con el lenguaje de los ríos y los perros, con nidos de eucalipto y una escuela del latido. Hay un pulso bajo la tierra, hay un pulso que pulsa, escúchalo, escúchalo como yo, y soñemos, oh, hermano, con la abolición de la baldosa, con la abolición del cuadrado. Saldremos de aquí, algún día, todos juntos, reventando el piso como las hormigas, reventando el cielo como niños que aman y que beben, reventando las sogas como los vientos, desnudos.  

Gabriel Noriega es doctorante en el programa de literatura y cultura latinoamericana en UT Austin. Escribe y gestiona proyectos culturales y educativos.
A smiling white man with dark brown curly hair, close shaven mustache and beard, and dark-rimmed glasses looks at the camera. He is wearing a sweater with llamas on it in purples, dark teal, and fuchsia. In the background there are trees and greenery with bright orange flowers.
Gabriel Noriega, photo by Constanza Jáuregui Tama