Alguna vez Gabriel García Márquez comentó que creía que la principal razón por la cual los escritores leen las novelas de otros, era para aprender cómo las escribieron. Para el laureado con este Premio Nobel los libros tenían una importancia tremenda, y con frecuencia escribía o hablaba de los autores que más habían influido en él.
En 1981, el año anterior a que se le otorgara el Premio Nobel de Literatura, García Márquez identificó varias de las influencias capitales en su obra en una entrevista que concedió al Paris Review: “Cuando escribí mis primeros cuentos cortos me dijeron que se percibía en ellos la influencia Joyceana”, declaró García Márquez. “Nunca había leído a Joyce, de modo que me puse a leer Ulises.” Empezó con una traducción al español, que más tarde calificó de pobre, tras haber leído el original en inglés así como una buena traducción al francés. Sin embargo, la novela lo impactó profundamente. Declaró: “Aprendí algo que habría de serme muy útil en mi escritura posterior: la técnica del monólogo interior. Más tarde la descubrí también en Virginia Woolf, y de hecho me gusta más cómo la maneja ella que el propio Joyce.” García Márquez usó el monólogo interior como técnica predominante en su primer novela, La hojarasca, publicada en 1955.
Los dos autores a quienes se ha acreditado haber tenido el mayor impacto en García Márquez son William Faulkner y Ernest Hemingway. Las novelas de Faulkner, particularmente la obra de ficción sobre el condado de Yoknapatawpha en que dio vida a sus habitantes, inspiró a García Márquez a explorar el entorno de su propia infancia, a escribir lo que viera y recordara al volver al pueblo de su primera juventud. “La atmósfera, la decadencia, el calor sofocante del pueblo, eran básicamente los mismos que yo percibiera en Faulkner,” comentó en la entrevista del Paris Review. Meses después escribió un artículo para el New York Times en que comentó: “Faulkner es un escritor que ha tenido una gran influencia en mi espíritu, pero es a Hemingway a quien más le debo en términos de estilo – no sólo por sus libros, sino por su asombroso conocimiento del dominio artesanal que se requiere en la forja de la escritura.”
García Márquez estudió atentamente la manera en que Hemingway enfocaba tanto la técnica como la disciplina; su énfasis en la importancia de crearse un entorno conducente al óptimo rendimiento de su trabajo. De Hemingway aprendió que “el bienestar económico y la buena salud son factores esenciales para la creatividad que requiere el escribir; que una de las dificultades mayores es ordenar bien las palabras; que cuando escribir se dificulta vale la pena releer las propias obras, para recordar que siempre fue arduo escribirlas; que se puede escribir en cualquier lugar mientras no haya ni visitas ni teléfonos; y que no es cierto que el periodismo acabe con un escritor, como se ha dicho con frecuencia –más bien lo contrario, siempre y cuando se deje atrás lo antes posible.”
James Joyce y Virginia Woolf, William Faulkner y Ernest Hemingway –cada uno a su manera ayudó a García Márquez a llegar a ser el escritor que hoy por hoy celebra el mundo entero. Y todos comparten un hogar en el Ransom Center. Los notables escritos de García Márquez viven en nuestros anaqueles a lado de las ricas colecciones de manuscritos, notas, correspondencia, y otros elementos de la imaginación literaria de estos inspirados autores… y de muchos más.