“El problema es mío”, confesó García Márquez a un amigo por carta en julio de 1966, “que después de tantos años de trabajar como un animal, me siento agobiado de cansancio, sin perspectivas ciertas, salvo en el único terreno que me gusta y no me da de comer: la novela”. También le dijo a su amigo que acababa de terminar Cien años de soledad, pero que tenía serias dudas sobre si de hecho la novela era buena. Y es que durante los últimos cuatro meses le asaltaba la impresión de estar “metido en una aventura que lo mismo podía ser afortunada que catastrófica”.
En esa novela “muy larga y muy compleja”, como la describió al editor jefe de Sudamericana, García Márquez quería recrear el ambiente de su infancia, cuando vivía con sus abuelos maternos en Aracataca, un pueblo de la región caribeña colombiana. Permaneció en casa de sus abuelos hasta los ocho años. Poco después, los recuerdos de la casa, la familia y Aracataca no sólo empezaron a asediarle, sino que también resultaron clave para el despegue de su exitosa carrera literaria, porque esos recuerdos de su niñez se convirtieron en la semilla de Cien años de soledad y varias de sus primeras obras de ficción sobre el pueblo de Macondo y la familia Buendía.
Antes de embarcarse en la literatura, el joven García Márquez tuvo dos pasiones: el dibujo y la música. Aunque no se dedicó al dibujo profesionalmente, solía dibujar flores de tallo alargado al dedicar sus libros a sus amistades cercanas, como es el caso de la flor que figura en la primera página de de Cien años de soledad que dio a su amigo Álvaro Cepeda Samudio.
Su otra pasión, la música, le acompañaba siempre. Fotos de su oficina en la Ciudad de México muestran que la música (primero, en forma de discos de vinilo y casetes, y más tarde como discos compactos) ocupaba tanto espacio en las estanterías como sus libros de literatura. Escuchar música, de hecho, era una parte tan importante de su proceso creativo como la lectura.
En marzo de 1966, su amada música vallenata le dio la bienvenida a Aracataca. Ese mes García Márquez interrumpió la redacción de Cien años de soledad y voló de México a Colombia para presentar Tiempo de morir en el Festival de Cine de Cartagena. El cineasta mexicano Arturo Ripstein dirigió la película y García Márquez escribió el guión. Tras Cartagena viajó a Aracataca con su amigo Cepeda Samudio para visitar los escenarios literarios de Macondo, incluida la casa de sus abuelos. Para mayor deleite de García Márquez, su visita coincidió con el primer Festival de Vallenato de la ciudad. Un García Márquez con las pilas cargadas retomó el trabajo de la novela al regresar a la Ciudad de México.
Escribir Cien años de soledad le llevó alrededor de 13 meses, de julio de 1965 a agosto de 1966. Es poca la documentación que hoy sobrevive para entender cómo la escribió. Al parecer García Márquez quemó todos manuscritos, notas y diagramas después de recibir de Sudamericana la primera copia del libro. Sólo guardó la última versión mecanografiada del texto, que se conserva en el Harry Ransom Center. Esta versión contiene más de 200 correcciones a mano, las cuales revelan sorprendentes variantes con respecto al texto final de la novela publicado por Sudamericana. Algunas variantes de especial interés se encuentran en las páginas 46, 149 y 282.
Tras su publicación el 30 de mayo de 1967, la novela cosechó un rápido éxito en América Latina y España. Sin embargo, ni el autor ni el editor esperaban que triunfase del modo que lo hizo. En aquel entonces, lo que podía esperarse de Cien años de soledad era que alcanzase un éxito similar al de otras novelas latinoamericanas contemporáneas, como Sobre héroes y tumbas (1961) de Ernesto Sábato, El siglo de las luces (1962) de Alejo Carpentier, La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, La ciudad y los perros (1962) de Mario Vargas Llosa, Rayuela (1963) de Julio Cortázar, Juntacadáveres (1964) de Juan Carlos Onetti y El lugar sin límites (1966) de José Donoso. Para sorpresa de García Márquez y Sudamericana, la novela se convirtió en un superventas internacional.
Dada la magnitud del éxito, medios de comunicación de América Latina y España trataron de explicar el fenómeno literario de Cien años de soledad, incluidas publicaciones especiales como el número 9 de Coral, una revista de turismo, arte y cultura publicada en Valparaíso, Chile. Este número especial incluyó una recopilación de ensayos críticos sobre la novela escritos por 11 críticos y escritores de cinco países. Las críticas entusiastas y las cifras récord de venta en lengua española impulsaron una avalancha de traducciones. Su publicación en Gran Bretaña, en particular, incluyó la difusión de un folleto ilustrado de gran formato en el que se afirmaba que ecos de William Faulkner, Lev Tolstói y Thomas Mann aparecían en la novela de García Márquez. El folleto también reproducía la famosa reseña del Times Literary Supplement de 1967 que consideraba Cien años de soledad una “obra maestra”. Presenciando el éxito internacional de la novela estaba la esposa de García Márquez, Mercedes Barcha, quien, como afirmó el escritor en múltiples ocasiones, aparece en la mayoría de sus libros.
En parte gracias al éxito de Cien años de soledad, García Márquez fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982. Desde entonces, el prestigio de esta novela no ha dejado de crecer, y su estilo –popularmente conocido como realismo mágico– sigue influyendo a grandes escritores y obras como Hijos de la medianoche de Salman Rushdie, Beloved de Toni Morrison y la saga de Harry Potter. Hasta hoy, Cien años de soledad ha vendido oficialmente más de 45 millones de ejemplares y ha sido publicada en 44 idiomas, lo que la convierte en la segunda obra literaria en español más traducida después de Don Quijote.
En 2007 la Real Academia Española publicó una edición especial de la novela para conmemorar su cuarenta aniversario. Con el objetivo de corregir errores presentes en la edición original de 1967, la Academia pidió a García Márquez que releyese el texto y lo corrigiese por última vez. De esta manera, el texto corregido sería como el que él tenía en mente en 1967. Según las galeradas que se conservan en el Harry Ransom Center, el escritor realizó un total de 61 cambios, la mayoría relacionados con errores tipográficos. Pero también aprovechó esta última oportunidad y recuperó varias de las prácticas de corrección que adoptó 40 años antes, cuando revisaba la última versión mecanografiada del texto. Así que en la edición de 2007 el escritor introdujo varios cambios en el texto para ajustarse a su intención original de dotarlo de un lenguaje lo más preciso posible; por ejemplo, reemplazó “organismo colonial” por “hígado colonial” (p.432). Otros cambios se ajustan a su idea original de aumentar el aislamiento geográfico de Macondo; por ejemplo, reemplazó “kilómetros” por “leguas”, una unidad de longitud más arcaica, para referirse a la distancia entre Macondo y el lugar de la firma de la capitulación de Neerlandia.
Medio siglo después de su publicación, la influencia de Cien años de soledad sobre la literatura mundial resulta tan profunda y arraigada que, como dijo el escritor estadounidense Eric Ormsby, “parece haber existido siempre”. Pero poco podía prever en 1966 un García Márquez “agobiado de cansancio” que esa novela lo embarcaría el 30 de mayo de 1967 en la más afortunada de las aventuras literarias.
Álvaro Santana Acuña es Research Fellow del Harry Ransom Center. Su próximo libro se titula Ascent to Glory: The Transformation of One Hundred Years of Solitude Into a Global Classic (Columbia University Press). Su investigación sobre Cien años de soledad ha recibido varios premios internacionales y se ha publicado en diferentes medios, incluidos American Journal of Cultural Sociology, The Atlantic, TIME, El País, Nexos y Books & Ideas. Es doctor en sociología por la Universidad de Harvard y actualmente enseña en el Whitman College.