En diciembre del 1948, el New York Times publicó un artículo sobre la traductora Harriet de Onís con el título “La señora de Onís traduce el folclore latinoamericano, e incorpora recetas latinas en su cocina”. El artículo empezó con una referencia a la antología The Golden Land: An Anthology of Latin American Folklore in Literature, editada por de Onís y publicada por Alfred A. Knopf dos meses antes, pero después se enfocó en el trabajo doméstico de la traductora, así reduciendo sus logros literarios. El periodista describió lo que la traductora cocinaba para su esposo Federico de Onís, un crítico español de renombre, y citó al decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, Carl Ackerman, quien dijo que “una clase de cómo preparar tarta de manzana” que de Onís dio en Venezuela “haría más para fortalecer las relaciones entre Norteamérica y Sudamérica que todos sus discursos sobre la literatura.” A pesar de comentarios como este, Harriet de Onís fue una de los traductores más importantes de la literatura latinoamericana a mediados del siglo XX. Además de traducir aproximadamente 40 libros del español y del portugués brasileño al inglés, editó dos antologías, orientó a otros traductores, reseñó libros, dio discursos, y trabajó como asesora editorial para Alfred A. Knopf, una de las casas editoriales principales de esa época.
De Onís, cuyo nombre de soltera era Wishnieff, creció en Sheldon, Illinois, y se trasladó a Nueva York para estudiar lenguas extranjeras en Barnard. Se graduó en 1916, y después de trabajar como secretaria para la bailarina Isadora Duncan, decidió hacer estudios de posgrado en letras hispanas en la Universidad de Columbia. Dirigió el departamento de español para la casa editorial Doubleday, Page & Co. y editó una antología titulada Today’s Best Stories From All The World (1922), un volumen relacionado a su trabajo como editora de la revista World Fiction. Durante sus estudios en Columbia, Harriet conoció a Federico de Onís, un profesor español que había fundado el Instituto de las Españas, más tarde renombrado el Instituto Hispano, en la Universidad de Columbia. La pareja se casó en 1924. Por medio de sus contactos en el Instituto Hispano, la traductora conoció a muchos de los autores latinoamericanos más famosos de la época. Estos contactos seguramente la ayudaron a avanzar en su carrera, pero ella misma ejercía mucha influencia en la difusión de la literatura latinoamericana.
El primer libro traducido por de Onís fue una versión abreviada de El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, una memoria semi-ficticia de la Revolución Mexicana. Alfred A. Knopf publicó la traducción The Eagle and the Serpent en 1930, durante un momento histórico que vio un aumento de interés estadounidense en asuntos latinoamericanos. Antes del comienzo del siglo XX, se había publicado muy poca prosa latinoamericana traducida al inglés. La primera traductora realmente prolífica del español y del portugués al inglés, de Onís ayudó a establecer en los Estados Unidos el canon de literatura latinoamericana traducida. Para sus traducciones de El águila y la serpiente y otros libros, de Onís trabajó también como editora, y omitió secciones de los textos para conformar a las exigencias de Knopf. Además, promovió las obras de algunos escritores de manera tan eficaz que el colombiano Germán Arciniegas le pidió a de Onís que lo representara como agente literaria no oficial (ella se negó a hacerlo, aunque mantuvo una amistad estrecha con el escritor). De Onís tradujo libros de Alejo Carpentier, Ernesto Sabato, Ricardo Güiraldes, Jorge Amado, Alfonso Reyes, Fernando Ortiz, João Guimarães Rosa, Gilberto Freyre, y otros autores latinoamericanos. La mayoría de sus traducciones fueron publicadas por Alfred A. Knopf.
De Onís mantuvo correspondencia regular con Alfred y Blanche Knopf, editores como Herbert Weinstock, y muchos de los escritores cuyos libros ella tradujo. Estas cartas, que están archivadas en la colección Alfred A. Knopf del Harry Ransom Center, revelan como su biografía, los contextos políticos y el mercado editorial influyeron en su trabajo como traductora. Por ejemplo, su antología de literatura latinoamericana The Golden Land se publicó cuando las preocupaciones de la Guerra Fría todavía no habían reemplazado el interés del gobierno estadounidense en desarrollar relaciones amistosas con Latinoamérica. Knopf promovió el libro usando la retórica de la Política del Buen Vecino, y las reseñas de la traducción también reflejaron esta ideología. Más tarde, ella le recomendó a Knopf que la casa editorial publicara libros que examinaran temas relacionados al macartismo y la Revolución Cubana. Además, ella parecía prever el Boom Latinoamericano, el fenómeno editorial que incluyó a autores como Gabriel García Márquez. En 1956, de Onís le escribió a Blanche Knopf, “Como Charles Poore me dijo una vez, siempre que enfrentamos problemas internacionales, empezamos a amar a Latinoamérica de nuevo. Y yo creo que, dadas las recientes acciones de los rusos en América Latina, ha llegado un momento semejante. Lo más probable es que se aumente el interés estadounidense en la región, por lo menos el interés del gobierno.”
La correspondencia en el archivo Knopf también revela que de Onís ejerció influencia en el mercado editorial no sólo como traductora sino también como asesora editorial. Durante ese periodo, pocos de los editores en Knopf podían evaluar textos en español y menos aun leían portugués. Por lo tanto, Knopf dependía mucho de ella para evaluar textos hispanos y brasileños. Muchas veces sus evaluaciones de libros determinaban si se publicaba una traducción o no. Ella misma se consideraba “una gran amante de los libros” y leía, para Knopf y por placer, a un ritmo increíble. En julio del 1967, al final de su carrera y sólo dos años antes de su muerte, de Onís le dijo a Bill Koshland, un editor en Knopf, “He leído aproximadamente ocho libros en las últimas tres semanas.” A la vez, sufría por la reciente muerte de su marido, administraba los bienes de su herencia, cuidaba a su madre enferma y traducía Dona Flor e Seus Dois Maridos, una novela del brasileño Jorge Amado.
A pesar de que Knopf constantemente le mandaba textos para evaluar, muchas veces de Onís pedía que la casa editorial le pagara por su trabajo como lectora no con dinero sino con más libros. Pedía obras de Alexis de Tocqueville, H. L. Mencken, Albert Camus, André Gide y otros textos publicados por Knopf. Sin embargo, incluso si ella hubiera pedido remuneración financiera con más frecuencia, le habrían pagado poco. Un contrato de 1964 revela que Knopf le pagaba $500 al año para leer y evaluar libros en español, portugués e italiano. Su sueldo como traductora era bajo también. Para su traducción de Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar de Fernando Ortiz, publicada por Knopf en 1947, de Onís recibió un total de $725 por traducir casi 105.000 palabras, menos de un centavo por palabra. Ya que de Onís contaba con el apoyo de su marido, pudo dedicarse a una carrera que pagaba muy poco. Nunca se preocupó por el alquiler y en casa tenía empleados domésticos. Sin embargo, el privilegio del que disfrutaba no le resta importancia al trabajo que hizo para promover textos latinoamericanos. En 1962, de Onís le escribió a Alfred Knopf diciéndole que no necesitaba el dinero que ganaba como traductora, y que lo hacía por su “interés profundo en presentar el trabajo de autores latinoamericanos al público estadounidense.”
De Onís tenía un buen instinto para libros que merecían ser traducidos. Además de evaluar los muchos libros que Knopf le mandaba, proponía textos que creía que Knopf debía publicar. La traductora influía mucho en lo que Knopf publicaba, aunque a veces los editores rechazaban sus propuestas. En 1952, de Onís les mandó a sus editores un libro de cuentos de Jorge Luis Borges, con una carta en que describió la obra de Borges como “magnífica.” “Estoy segura,” escribió “de que no hay ningún escritor más experto, ni ninguno en Latinoamérica que conozca mejor su oficio.” El editor Herbert Weinstock le respondió: “No hay duda de que los cuentos de Jorge Luis Borges son impresionantes. No obstante, existen todas las dudas de que sea posible venderle una traducción de cuentos de Borges al público norteamericano. Dado el patrón de bajas ventas de ficción latinoamericana en los Estados Unidos, no les puedo recomendar este libro a Alfred y a Blanche.” Sin embargo, en muchos casos los editores de Knopf sí siguieron las recomendaciones de la traductora. En 1960, pidieron que ella evaluara Gabriela, Cravo e Canela de Jorge Amado. Después de leerlo, de Onís le dijo a Knopf que la casa editorial “debe comprar los derechos para traducir el libro antes de que otra persona se los quite de las manos…. El libro es totalmente brasileño y, a la vez, universal.” Knopf le hizo caso y compró los derechos inmediatamente. En 1962, Knopf le escribió a de Onís: “Siento tanto orgullo cuando veo en la lista de los best-sellers que Gabriela se está vendiendo cada vez mejor. Tenías razón cuando dijiste que este libro iba a ser un éxito total.”
Respondiendo a las recomendaciones de la traductora, Knopf también publicó traducciones de libros de otro autor brasileño, João Guimarães Rosa. De Onís entendía los desafíos de traducir a un escritor a quien se comparaba frecuentemente con James Joyce por su sintaxis difícil y por su uso de palabras inventadas, regionales y arcaicas. No obstante, logró convencerle a Knopf a publicar una traducción de la obra maestra de Rosa, Grande Sertão: Veredas. La traducción, que de Onís hizo con James L. Taylor, se publicó en 1963 con el título The Devil to Pay in the Backlands. De Onís y Knopf no esperaban una amplia difusión de la traducción, la cual efectivamente fue un fracaso en el mercado norteamericano. Sin embargo, a pesar de reconocer los retos de traducir a Rosa, de Onís creía que era importante presentarlo a lectores angloparlantes. En 1966, tradujo Sagarana, un libro de cuentos cuyo título era un neologismo que no se cambió en la traducción.
Por su traducción de Sagarana, en 1967 se le otorgó a de Onis el premio de traducción PEN. En el discurso que dio al aceptar el premio, enfatizó la importancia de la traducción: “No pretendo representar a los traductores como gente altruista cuyos únicos objetivos y motivaciones consisten en compartir con el público el conocimiento de obras que de otra manera no se darían a conocer en sus países. Traducir, más que cualquier otra actividad, enriquece el alma y el conocimiento de nuestras propias culturas” Las clases de cómo preparar tarta de manzana que dio la traductora pueden haber ayudado a fomentar buenas relaciones entre Latinoamérica y los Estados Unidos, pero su trabajo literario fue mucho más significativo y su influencia extendió mucho más allá de la cocina.
Victoria Livingstone es profesora visitante en Moravian College y editora asistente para la revista Asymptote. Hizo su investigación en el Ransom Center con el apoyo de la beca Alfred A. and Blanche W. Knopf.